Furry Fandom (Español)


En esta página colgaré información sobre mis investigaciones en torno al furry fandom:

- Ya está dispinible PDF artículo publicado en Intersticios, Revista Sociológica de Pensamiento Crítico (pueden descargarla de la revista o leerla a continuación en esta página).

Gallardo Linares, Francisco J. (2013). Construcción de la identidad furry. Intersticios. Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, 7 (1). http://www.intersticios.es/article/view/10524/7774 (Translated into English, PDF)

- También está disponible PDF un artículo publicado en Aposta (pueden descargarla de la revista o leerla a continuación en esta página).

Gallardo Linares, Francisco J. (2013). Identidad furry en España y sus prácticas de género. Un análisis crítico del discurso. Aposta, (57). http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/jglinares.pdf (Translated into English, PDF)


- Además, después de concluir mi tesis de doctorado publicaré datos estadísticos, en referencia a otras otras identidades.







CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FURRY
[Disponible en PDF]

Francisco Javier Gallardo Linares
Universidad de Málaga 
[Email]

Resumen:
El ensayo realiza una breve pero exhaustiva revisión teórica de la identidad furry y algunas de sus controversias relativas a sexualidad. Por tanto analizaremos su construcción como prácticas de género: por un lado, la teoría queer nos permite enmarcar el problema de la normalización y representatividad de identidades (aportamos como argumento un listado de prácticas de género susceptibles de subversión); por otro lado, mediante el feminismo cyborg enmarcamos la construcción cultural de la naturaleza humana; especialmente dentro de la práctica científica, que es trascendida irrevocablemente a través de la dominación cibernética. Finalmente, podemos concluir que las prácticas de género, como ideología sobre la naturaleza humana, funcionan imponiendo límites a la autoimagen corpórea. La identidad furry se agencia hábil frente a la nueva dominación cibernética.
Palabras clave: Furry, identidad, género, ciborg, queer.

Construction of the furry identity
Abstract:
The essay carries out a brief but exhaustive theoretical revision of the furry identity and some of its controversies related to sexuality. Therefore we are going to analyze its construction as gender practice: on one side, the queer theory permits us to classify the problem of the normalization and representative of identities (we contribute as argument a list of gender practices susceptible to subversion); on the other side, through the cyborg feminism we frame the cultural construction of the human nature; especially within the scientific practice, which is irrevocably transcended through the cybernetic domination. Finally, we can conclude that the gender practices, as ideology about the human nature, operate imposing limits to the corporeal auto image. The agency of the furry identity is acquired with ability opposite to the new cybernetic domination.  
Key words: Furry, identity, gender, cyborg, queer.



Furry fandom es una subcultura cuyo término surgió en 1992 cuando artistas, escritores y jugadores de rol comenzaron a generar su propia jerga, arte y literatura, organizándose ante las posibilidades de internet (Osaki, 2008a y Patten, 2010). Hablamos de personajes animales antropomórficos, historias o arte, en cuyo fandom se reconocen, promocionan y producen (Furry Fandom Infocenter, 2012). Pronto se mediatizó una imagen extravagante del grupo (Osaki, 2008a; Morgan, 2008 y Altman, 2010), por ejemplo en la revista Vanity Fair (Gurley, 2001) o la serie de televisión “CSI: Las Vegas” (2003). Al margen de dicho sensacionalismo pocos se atreven a definir por qué se es furry[1] (Osaki, 2008a), el único consenso gira en torno a un interés en animales o criaturas antropomórficas (en parte humano y en parte animal), generalmente en una o varias artes o en algún otro sentido (Staeger, 2001; Rust, 2002; Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008; Evans, 2008); encontrándose miembros muy heterogéneo (Morgan, 2008 y Altman, 2010).

Una convención furry (o FurCon) es un evento similar a las convenciones de ciencia ficción o anime pero centrada en fans de animales antropomórficos (Furry Fandom Infocenter, 2012). La más grande es Anthrocon, en Pittsburgh, que empezó en 1997 y alcanzó los 4200 asistentes en 2010[2].

Teóricamente existen diversos determinantes cognitivos para la predisposición al antropomorfismo (Epley, Waytz y Cacioppo, 2007), todos ellos con un fuerte componente grupal y cultural, no exclusivo del furry fandom.

Este ensayo hará una breve pero exhaustiva revisión teórica de la identidad furry y algunas de sus controversias que, entendidas como prácticas de género, permiten un análisis de su construcción: desde el feminismo cyborg (Haraway, 1995; Enrique y López, 2004) y la teoría queer (Córdoba, 2003; Enrique y López, 2004; Butler, 2007; Pérez, 2008 y Marcús, 2011).

Según la performatividad de género,  existe una regulación sexual del género y no deben presuponerse los límites de éste (Butler, 2007); cualquier definición de género es problemática, ya que excluye otros terrenos (Haraway, 1995). Entendemos que este ensayo debe resultar paradójico (Gonnet, 2011) para quienes reducen todo análisis a la bipolaridad hombre-mujer, oscureciendo así la diversidad (Vanwesenbeeck, 2009), pero tampoco en psicología ni sexología hay acuerdo sobre los conceptos género y sexo (Barberá y Cala, 2008; Vanwesenbeeck, 2009). Quizás el furry fandom sea fructífero para su comprensión.

Por cierto, teorizar sobre quién es el sujeto de enunciación implica acción política, situando el resto de discursos al mismo nivel; concretamente el papel de la ciencia (Haraway, 1995; Córdoba, 2003; Enrique y López, 2004; Butler, 2007).

Revisión teórica

Además de esbozos estadísticos del furry fandom, en inglés (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012; Rust, 2002; Rossmassler y Wen, 2007; Evans, 2008; Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008 y Supuhstar, 2009; Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011b; 2011c); existe investigación cualitativa (Morgan, 2008 y Altman, 2010) y antecedentes históricos (Morgan, 2008 y Patten, 2010); bastante coherentes entre sí, considerando las limitaciones de cada metodología (véase la Tabla Principales investigaciones estadísticas y cualitativas sobre furry fandom).

Para ello, se realizaron búsquedas sistemáticas en las principales bases de datos: PsycINFO (incluido PsycARTICLES), ISOC, Teseo, Google académico, Psicodoc y MEDLINES; durante 2011y menos exhaustivas posteriormente.

AUTORES
PUBLICACIÓN
PARTICIPANTES Y METODOLOGÍA
Rust
2002
360 cuestionarios: 325 entrevistas presenciales 
(convenciones y encuentros entre 1998 y 2000) y 35 
cuestionario online (con confirmación de identidad)
Rossmassler 
y Wen
2007
600 cuestionarios online
Gerbasi, B., 
C., S., P., P. y H.
2008
Metodología correlacional en Psicopatología: 217 furries, 
 29 no-furries y 68 estudiantes
Evans
2008
276 cuestionarios online
Morgan
2008
Metodología cualitativa en antropología: 27 fursuiters y 27 
no-fursuiters entrevistados, también más de 50 informantes.
Supuhstar
2009
Más de 600 cuestionario online
Altman
2010
Metodología cualitativa en artes: 10 entrevistas presenciales,
 2009
Osaki
2008a, 2008b
7024 cuestionarios online (versión definitiva), 2008

2010a
9024 cuestionarios online, 2009

2010b
4895 cuestionarios online, 2010

2012
4365 cuestionarios online, 2011
Gerbasi, 
Plante
2011a
4823 cuestionarios online: 4338 furries y 485 no-furries
Reysen

2011 b
242 cuestionarios: presencial (convención Dallas) y online, 
219 furries y 23 no-furries
y Roberts
2011 c
2031: 877 presencial (convención Pittsburgh) y
 1154 online; 1961 furries y 179 no-furries
Tabla: Principales investigaciones estadísticas y cualitativas sobre furry fandom.

A rasgos generales y según estas muestras, los furries suelen ser personas jóvenes (15-24 años el 68,4-78,7%), varones (78,6-82,9%) y blancos (71,1-89,9%) de EEUU. Están interesados, por orden, en el arte gráfico, comunidades online, convenciones, uso de fursuits y escribir; también en ciencia ficción y juegos de rol; con bastante diversidad religiosa y política (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012; Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Llamemos fursuit a un traje furry o disfraz, de cuerpo entero (Furry Fandom Infocenter, 2012); se diferencia por tanto del cosplay.

El término avatar es común en jugadores de rol y fantasía, una representación de uno mismo en el entorno virtual; por ejemplo es posible asumir identidades animales antropomórficas (Ursula, 2006). En este sentido, los furries suelen tener fursonas, definidos con rasgos animales y humanos: abundan caninos (44%), felinos (22,2%) y reptiles (8,1%); concretamente lobos (17,9%), zorros (12,9%), gatos domésticos (8,6%), dragones (6,5%) y tigres (4,2%) (Osaki, 2008b). En otra muestras las tasas de estos rasgos parece más variadas: el 77,3% sólo han tenido un fursona, 12,3% dos y 6,3% tres. Curiosamente sólo el 61,9% usa un fursona exclusivamente de su mismo género (en una escala 1-5) (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a), cuyo diseño es una actividad importante (o no) para muchos furries (Altman, 2010), una auto-imagen idealizada (Morgan, 2008).

Según investigación centrada en cultura, podríamos entender la subcultura furry como un esfuerzo de sus miembros por crear una cultura más satisfactoria (propia y general), motivado por la exclusión social: reinventar la identidad, valores y/o sexualidad mediante el simbolismo animal, fursuits y/o arte antropomórfico (Morgan, 2008).

No suele resultarles importante el sexo como furry, lo es en la mitad de los casos cuando se hace referencia a otros furries, pero resulta desproporcionado frente a cuanto la gente les atribuye (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012). En otras muestras con menos participación, de 276 furries nadie expresa un interés por el fandom completamente sexual (Evans, 2008) y la mitad de 600 furries quedan con sus amigos de internet en la vida real (Rossmassler y Wen, 2007).

A 2008 se declaran heterosexual el 32,3%, bisexual 35,1% y homosexual 22%; posteriormente desde completamente heterosexual 20,7-23,8% a completamente homosexual 10,3-13% (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012). Además, pueden considerarse de distinta orientación sexual que su propio fursona: para algunos furries su fursona es más homosexual que ellos mismos (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a). Según interpreta Morgan (2008: 45) en su muestra americana, la gran diversidad en orientación sexual del furry fandom no está inicialmente ligada a cambios ideológicos de género.

Al considerarse furry es más probable considerarse parte del fandom, si bien tanto furries como no-furries pueden considerarse en distinto grado; así como hay otras identidades en juego (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Quizás existan importantes diferencias estadísticas entre participantes online y presenciales en convenciones (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011b), por ejemplo en una muestra online el 40-45% no dan a conocer públicamente su identidad a nadie de la familia, trabajo ni escuela (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a)

Controversia de género

Existen otros aspectos relativos al furry fandom más controvertidos, visto así por parte del propio fandom, agentes mediáticos, teóricos y/o nuestra cultura en general. Después de un breve pero exhaustivo resumen de alguno de éstos, posteriormente serán relacionados con la práctica del género. 

La jerga yiff es una onomatopeya etimológicamente ligada al furry fandom, imita el sonido del zorro durante sus relaciones sexuales (Osaki, 2008a y Morgan, 2008); generalmente indica actividad o material sexual dentro del fandom, online o no (Morgan, 2008 y Psychology dictionary, 2010). Concretamente, un cuestionario pregunta por la propia implicación en el yiff, de cuyo ítem y conclusiones (Supuhstar, 2009) podemos introducir que el yiff puede ser visto y leído por razones artísticas y/o eróticas; en menor medida, en chats online para participar o para observarlo; algunas personas lo dibujan por razones artísticas y/o eróticas; finalmente, puede no gustar a muchos furries (la mayoría con excepción de verlo en dibujos) o no haberse implicado.

Sólo el 78% están de acuerdo o bastante de acuerdo con “I am human” y el 4,7-6,1% no se consideran completamente humanos (Osaki, 2008a; 2010a). No se declaran ni hombre ni mujer entre 0,5-1,5% (Evans, 2008; Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012; Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011c). Es una controversia porque una investigación desde un enfoque psiquiátrico encontró, en una muestra de furries, sujetos que no se consideran 100% humanos y preferirían convertirse en 0% humanos. Los investigadores consideran esta creencia y preferencia en paralelismo al trastorno de identidad sexual (o transexualidad). Si bien concluyen que, para el conjunto más extenso, ser furry es sencillamente una vía para socializar con intereses comunes (Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008). En un sondeo reciente constituían el 19,2% de furries y un 8,6% de no-furries, mostrando éstos ciertas diferencias estadísticas con el resto de encuestados. Por cierto, ambas cuestiones son más frecuentes en quienes se identifican therian (theriantropo)[3], si bien quizás mediado por la creencia mentalmente no-humano (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Véase un caso de ejemplo, Therianthropy (2007). Algunos autores hablan incluso de disforia de especie (Lawrence, 2009; Earls y Lalum, 2009), en analogía a la disforia de género en transexuales (APA, 2005; Bergero, Asiain, Gorneman, Giraldo, Lara, Esteva y Gómez, 2008; Lawrence, 2009).

La anomalía sólo expresa otras posibles normas de vida (Rodríguez, 2012). En antagonismo al posicionamiento psiquiátrico, el deterioro social que presenta la población trans (travestis, transexuales o transgéneros) bien puede deberse a la propia sociedad, que no les acepta y dificulta su socialización (Farfán, 2007; Bergero, Asiain y Cano-Caballero, 2010; Drescher, 2010), incluso desde un enfoque médico no encuentran en transexuales alteración mental, orgánica ni psicopatología mayor que en la población general (Gómez, Peri, Andrés y de Pablo, 2001; Gómez, Esteva y Bergero, 2006; Gómez, Trilla, Salamero, Godás y Valdés, 2009; Drescher, 2010). Es incongruente, ya que en 1973 la APA, Asociación Americana de Psiquiatría, eliminó la homosexualidad del DSM fundamentándose que presentar malestar significativo o deterioro social alguno no era inherente a la homosexualidad, luego no podía considerarse un trastorno mental y, por cierto, tardó hasta 1983 en aceptarlo como una variante más de la sexualidad normal humana (Farfán, 2007 y Drescher, 2010). Esto cuestiona la validez de psicopatología inherente en transexuales y, por ende, de la disforia de especie. 

Por otro lado, la plushophilia refiere a un interés erótico por peluches (Osaki, 2008a y Lawrence, 2009), se describen con ello entre el 6,9-9% (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012), menos del 1% en una muestra de asistentes a convenciones (Rust, 2002). Lawrence (2009) comenta sobre el uso de fursuits en algunas personas con plushophilia o disforia de especie, pero sin referencia directa a furries, sino a cada supuesto trastorno. El uso de fursuit, vestir cola u oreja y su papel en convenciones es descrito por Morgan (2008). Por tanto, podemos concluir que vestir un fursuit no implica tener plushophilia, disforia de especie ni motivación sexual (Lawrence, 2009 y Morgan, 2008).

Se consideran zoofílicos/as entre un 13,2-18,4% (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012), el 2% en la muestra de asistentes a convenciones (Rust, 2002). Debe aclararse que, según la investigación, los zoofílicos prefieren diferenciare de quienes usan a los animales como objetos sexuales sin apego emocional (bestialismo). Suelen preferir perros o caballos y no suelen mostrar el criterio psicopatológico del DSM-IV-TR malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. Parece que, a diferencia del bestialismo, no está sujeto a áreas rurales o al nivel cultural y resulta demasiado complejo calcularlo en la población general (APA, 2005; Earls y Lalum, 2009 y Kafka, 2010).

Dado que la sexualidad humana tiene un fuerte componente simbólico (Macionis y Plummer, 2007); al margen de una posible crítica a través de la evolución socio-histórica de los trastornos psiquiátricos en general (González y Pérez, 2007) o los de género y orientación sexual en particular (Drescher, 2010); se evidencia una regulación social simbólica del cuerpo, mediante prácticas sociales o normativa de género (Haraway, 1995; Cabia y Gordo, 2002; Córdoba, 2003; Butler, 2007; Pérez, 2008; Bergero, Asiain y Cano-Caballero, 2010): muy especialmente en la práctica psiquiátrica, como autoridad médico-jurídica (Butler, 2007: 75 y Drescher, 2010), ya que la biomedicina es una “institución social y un aparato ideológico-cultural y organizativo históricamente determinado”. En la “ideología biomédica” se iguala realidad corporal con las definiciones normativas de género, coherentemente “en nuestra cultura hay una fuerte insistencia en la corporeización de los estereotipos de género” (Bergero, Asiain, Gorneman, Giraldo, Lara, Esteva y Gómez, 2008: 213-214). 

Paralelamente (para cualquier persona, furry o no), internet permite re-construir modos de interacción, identidades y la emergencia de comunidades virtuales; incluido las sexualidades no normativas  (Cabia y Gordo, 2002; Pichardo, Toledo y Galofré, 2007); también permite experimentar la seducción del intelecto y nuevos significados y deseos en la inmaterialidad de la información, como el cibersexo (Cabia y Gordo, 2002), explorando vías eróticas identitarias; así como experimentar con el propio género, con diferentes representaciones o cambiándolo, liberando al participante de la copresencia mediante prácticas discursivas, en donde se construye la identidad (Ursua, 2006), una actividad muy frecuente en jóvenes (Cáceres, Ruiz y Brändle, 2009). Así, probablemente la pornografía y prácticas sexuales presentes en internet acabarán eliminando las parafilias del DSM referidas a sexo consensuado entre adultos (Silverstein, 2009 y Drescher, 2010: 453).

El ciberespacio es un espacio social. Las interacciones virtuales no son ficción, imitación ni falsificación (Gómez, 2003), sino una apropiación técnica de lo cotidiano, produciéndose una especie de territorio simbólico en intercambio de información, imágenes y valores; así como comunidades virtuales. Entiéndase que el conocimiento, memoria e imaginación son ya de por sí representaciones virtuales o constructos sociales, que producen efectos (Martínez, 2004).

Por otro lado, vestir fursuit por ocio (con o sin motivación sexual), implica en cierto modo el uso de un cuerpo, una corporeización o materialización del fursona, generando alternativas de interacción social. 

Las identidades requieren contextos intersubjetivos para construirse, como una expresión de la cultura (Marcús, 2011). “En los juegos del lenguaje se manifiestan formas de vida” (Martín, 2008, p. 150). Desde un enfoque postestructuralista de los movimientos sociales (Fernández, 2008) no investigamos la identidad furry en sí misma, así como ser furry no es la causa del fandom; sino que en la multiplicidad de actores sociales (el fandom) se reconstruyen nuevos significados en la propia interacción social, rompiendo creativamente con lo dado. No es posible concebir una subcultura como un sujeto de enunciación, acaso una suma sintética de sujetos representados con entidad objetiva.

Normalización, performatividad y representatividad de género

Hasta aquí, la identidad furry cuenta con una historia definitoria y una gran diversidad de intereses, preferencias y creencias; reafirmándose mediante prácticas propias como el uso de fursonas, fursuiting y/o convenciones; sin embargo ¿dónde está su objetividad?

La teoría queer permite un análisis de la normalización y performatividad de la identidad, así como el problema de la representatividad; inmerso a su vez en discurso de género (Córdoba, 2003; Enrique y López, 2004; Butler, 2007, Fernández, 2008; Pérez, 2008 y Marcús, 2011)

Según Butler, “las estructuras jurídicas del lenguaje y de la política crean el campo actual de poder”, se precisa una genealogía crítica de sus propias acciones legitimadoras. La representatividad/representación tiene, por un lado, una función normativa del lenguaje, que dota de objetividad a la identidad, como un ideal normativo; por otro lado, una función jurídica (operativa en la estructura política, a modo de norma/ley), que visibiliza y legitima como sujeto político. Sin embargo, los sujetos políticos siempre construyen prácticas excluyentes, no visibles a partir de la estructura jurídica. En resumen, un sujeto político que legitima y excluye, producido al servicio de esa estructura de poder, como acaso ya-desde-siempre (Butler, 2007: 46-52). La identidad furry se mantiene con escasa normalización lingüística y legitimación jurídica. Incluso en sexualidad, donde pornografía, prácticas sexuales y orientación del deseo se explicitan al margen de la construcción identitaria.

Afín al origen teórico de todo performativo (Córdoba, 2003; Butler, 2007; Pérez, 2008 y Marcús, 2011), una repetición histórica contingente y ritualizada (la sedimentación) genera una creencia que se incorpora a la práctica social en cuestión, constituyéndose como discurso y provocando lo que anticipa. También se teoriza que exponerse a esta repetición ritual torna progresivamente inteligible la subjetividad común que incorpora. Es decir, ser furry es una creencia implícita en un conjunto de prácticas sociales discursivas, por ejemplo incorporada en la práctica de identificarse en espacios furries o en la práctica de crear y usar fursonas y/o fursuits: inteligibilidad que se adquiere con la práctica.

Resumiendo la noción de cuerpo (un performativo), las prácticas/normas de género determinan qué es inteligiblemente humano, real y legítimo y qué no; los límites de qué debe estar separado y qué unido. Si nos distanciamos de estas prácticas, perdemos inteligibilidad (Butler, 2007).

Toda identidad implica un doble proceso de negación: primero, la exclusión del otro frente a esta identidad; segundo, ocultar las huellas de ese proceso de exclusión. En ambos casos la ficción de un origen o esencia que siempre existió. Córdoba plantea que la segunda no es condición necesaria para la primera, ya que una vez evidenciada la producción de una identidad la exclusión se mantiene (Córdoba 2003). Congruente con esa hipótesis, los furries son conscientes de su reciente construcción histórica y, sin embargo, hablan de un nosotros. Además, mediante la interpelación, al re-interpretarse la experiencia, también se oculta el acto fundador.

Probablemente el discurso furry re-construye el discurso hegemónico hacia otro proceso normativo menos rígido y más liberador, lo cual tiene por precio perder inteligibilidad/reconocimiento desde ese discurso hegemónico. No obstante, cada estructura jurídica produce representatividad simultáneamente al servicio de sus intereses o fondo ideológico, tales como: distintos subgrupos furries, los medios de comunicación o cada disciplina científica.

Por tanto, las controversias citadas anteriormente (relacionadas con prácticas del género), ¿podrían denotar y re-producir una jerarquía de género dentro del furry fandom?

Por un lado, quizás si ser furry denota el deseo de pertenencia a su fandom o una forma de significar la propia experiencia, implica necesariamente una visión estática y por ende una motivación a favor del statu quo. Nuevos furries se constituyen al incorporarse en el fandom, al mismo ritmo que furries anteriores podrían preferir re-producir su fandom conocido. Por otro lado, distintos furries (nuevos y anteriores) pueden tener distinto punto de vista sobre su significado, de modo que podrían competir discursivamente por la normalización lingüística. Se estructuraría con ambas posibilidades cierta jerarquía en salvaguardia de la entidad representada (ser furry y su fandom), una normalización al servicio de su statu quo. 

Dos ejemplos. Primero, una falta de auto-aceptación o algo de culpa persiste por fondo en algunos furries, “mediante la negación de aspectos sexuales del Fandom, en esencia lo están condenando” (Morgan, 2008: 88). Segundo, ya ocurrió entre 1998-2001 que un grupo de furries, Burned Furs, se posicionara contrario a la perversión (relativo a la controversia citada anteriormente); retomado por segunda vez en 2005; sin éxito (Burned Furs, 1998; wikifur, 2012).

Es contradictorio priorizar la definición del sujeto político para desarrollar sus intereses políticos y después la acción: esta posición esencialista obligaría a los mismos sujetos que pretende representar y liberar (Enrique y López, 2004); lo cual ya sucedió en el feminismo con las mujeres (Haraway, 1995; Butler, 2007). Un grupo no es la suma de sus partes; en congruencia, muy especialmente dentro del furry fandom, cualquier fundamentación de la acción política basada en el supuesto del sujeto político representado será estéril.

 

Listado de posibles subversiones de la normativa de género

Como identidad de género, implicaría diseminación de géneros posibles a partir de la parodia y reconstrucción subversivas de la normativa de género; lo cual ocurre en cada nivel de la matriz cultural (cuerpo sexuado, género y orientación del deseo). Permite una sujeción dentro de la comunidad o subcultura, en donde reconocerse con una inteligibilidad común.

Ser furry es una identidad de género en la medida en que re-construya práctica o normativa de género, susceptible de subversión; resumamos pues sus relaciones:
·         Repetición paródica (repetir la práctica de género evidenciando su carácter construido, que puede o no resultar subversivo):
-          Productos artísticos, principalmente dibujos, de animales y criaturas antropomórficas; dotadas de cualidades y/o personalidad humana. Parodia la racionalidad del ser humano alejada de lo animal, así como los límites corpóreos que definen al sujeto humano.
-          El simbolismo cultural asociado a animales y género, tales como mujer-gato u hombre-lobo. Por ejemplo, puede parodiarse lo felino como atributo femenino, que aleja lo femenino de la mujer.
-          Hiperrealización del género, amplificando los estereotipos de la vida real (Ursua, 2006).
-          Fursonas/avatares con distinta orientación sexual y/o género al propio (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a)
·          Reconstrucción de la norma (construir a partir del discurso hegemónico en un sentido distinto al previo):
-         Todo género artístico tiene un sentido creativo y reconstructivo. Concretamente, aparecen frecuentes representaciones y/o transgresiones de género diversas.
-         Nuevos significados en y para la interacción social, por ejemplo creación y uso de: jerga, fursona y fursuit.
-         Dibujo de personajes animados conocidos/populares en nuevos sentidos (por ejemplo, el personaje de videojuego Sonic teniendo relaciones sexuales) (por cierto, esta estrategia subversiva no es exclusiva del Furry Fandom, sino se le atribuye a través de la definición operativa del género artístico furry).
-         Transgresión de la (auto)imagen corpórea (incluso más allá de la dicotomía en dos géneros).
-         Juegos de rol en el ciberespacio mediante un cuerpo construido (fursona).
·          Deconstrucción (distanciarse de una identidad esencial, evidenciando el carácter construido del género y el discurso que lo constituye):
-         Se reconoce y defiende una genealogía histórica que configura esta identidad.
-         Escasa normalización lingüística del sujeto furry, probablemente relacionada con su escasa función política.
-         Rechazo a considerarse exclusivamente humano, en algunos furries.
-         Mayor aceptación o tolerancia hacia sexualidades no normativas, tales como fetiches. 
-         Una sorprendente diversidad en cuanto a orientación sexual (Morgan, 2008)
-         Pornografía, prácticas sexuales y orientaciones del deseo sin referencia a ninguna identidad esencial. Hablamos pues de diversidad afectivo sexual sin sujeto (lingüístico ni político).
-         Humor e ironía (Rodríguez, 2012).

Feminismo cyborg

Las feministas blancas vieron el feminismo negro como un problema y contradicción, no como una solución en sí mismo. Hoy entendemos que el feminismo debe subvertir ideología sobre la naturaleza humana, que implica una forma de control social mediante la dominación, generando desigualdad o jerarquía; tales como de raza, etnia, colonialismo, región, nacionalidad, edad, generación, sexo, sexualidad, género, educación, clase social, laborales y de acceso a lectura y formación. Las ciencias naturales han pasado de estudiar organismos en términos funcionales (la persona orgánica y su adaptabilidad) a estudiarlos como sistemas cibernéticos. El análisis del género puede entenderse como una construcción cultural de la naturaleza humana, a partir de la cual se re-produce la dominación o diferencias jerárquicas. La naturaleza de la persona orgánica, como una ciencia biológica comparativa (acaso diseñada estadísticamente para afrontar la variabilidad), que pasó de la gestión a la represión de problemas sociales. Naturaleza como una dominación basada en la normalización y medicalización, legitimado el statu quo psicobiológicamente. Sin embargo, con la cibernética se abre paso a una nueva forma de dominación mediante la  creación de redes, diseñando nuevas comunicaciones y gestionando el estrés; una ingeniería social basada en la dominación y optimización al servicio del mercado y estructura capitalista; entiéndase que esta visión cibernética subvierte la argumentación sobre qué es natural y lo trasciende irrevocablemente. Por ejemplo, dentro de la investigación sobre sexualidad, se pasó de “estudiar la variabilidad humana con vistas a utilizarla en una política de gestión social”; según capacidad orgánica, variación y salud; a un posterior estudio centrado en la genética y ecología demográficos o de poblaciones, en relación con la tecnología de las comunicaciones e información. Debemos insistir en género como un verbo (no un sustantivo), hacer y deshacer cuerpos en un mundo contestable (Haraway, 1995: 81).

El cyborg es una metáfora o alegoría de cómo nos hemos convertido en criaturas cibernéticas; un producto de alta tecnología en donde difícilmente puede diferenciarse organismo humano, animal o máquina; un objeto teorizado y fabricado en la textualidad de flujos de información. Si bien, al mismo tiempo esta ontología cibernética del cyborg es la esperanza feminista de nueva acción política, frente a esta emergente forma de control social; sin naturaleza o unidad original, sin narrativa edípica ni relativa a la bisexualidad; en donde se torna imprescindible una reconstrucción de esta ciencia ideologizada hacia una ciencia feminista o igualitaria (Haraway, 1995).

Recuérdese que el concepto género y las tecnologías de la identidad de género son una reformulación política, cuyo establecimiento inicial en 1958 pretendía el estudio de intersexuales y transexuales en medicina. La noción fue fructíferamente adoptada por el feminismo, inicialmente Gayle Rubin definía el sistema sexo/género en 1975 como el sistema de relaciones sociales que transforma la sexualidad biológica en productos de actividad humana. Sin embargo el término está perdiendo gradualmente su sentido original, ya que suele ser identificado con los dos sexos. De hecho, Butler insiste en la ficción de coherencia heterosexual y la antagonía entre hombres y mujeres como un discurso intrínseco a la identidad de género. Es una ficción reguladora innecesaria e inhibitoria para una labor feminista responsable (Haraway, 1995; Butler 2007; Vanwesenbeeck, 2009).

Por tanto, la identidad furry desestabiliza o subvierte la identidad de género (entendida como una justificación ideológica de la naturaleza humana), que actualmente está siendo desplazada hacia una concepción cibernética en re-producción de la dominación. Cuando la persona orgánica (con su normalización y medicalización) está perdiendo protagonismo en la re-producción de la dominación, la identidad furry se agencia hábil en cuanto a su constitución cibernética: construida en la ambigüedad del organismo humano, animal y máquina.

Resulta al menos irónico que la disforia de especie surja como hipotética entidad psiquiátrica en paralelismo a la disforia de género, como si acaso la naturaleza humana sólo reconociese considerarse hombre o mujer, en supuesta coherencia con el sexo biológico. Además, dado que “las prácticas sexuales no normativas cuestionan la estabilidad del género como categoría de análisis” (Butler, 2007, pág. 12), también son irónicas las diversas orientaciones del deseo cuya presencia subvierte la estabilidad, no de dos géneros, sino de la naturaleza humana en cuestión. Parece que las controversias de la identidad furry coinciden con la transgresión cibernética de la naturaleza humana.

¿Cómo mejorar la práctica científica? Debemos aceptar que toda descripción está producida y en el acto de nombrar está el poder de objetivizar y totalizar. Una mala ciencia observa pero domina con ello, otorgándose la constitución de significados y cuerpo, no para trascenderlos sino para una comunicación que le otorga poder. Debemos entender la objetividad como un conocimiento situado, encarnado y responsable; reflexivo y rico en puntos de vista; especialmente desde la posición de aquellos sujetos subyugados, no por su identidad sino como una clave visual capaz de acceder a versiones más adecuadas, sustentadas y por tanto objetivas. Produciríamos así un conocimiento racional, entendido como un proceso de interpretación crítica entre campos de intérpretes y codificadores, no mediante una lógica de descubrimiento, sino de conversación cargada de poder, que reconoce al objeto de conocimiento como actor o agente. Dado que la ciencia es un texto discutible y un campo de poder, su debate implica una lucha por el lenguaje con valor de conocimiento público: el acceso racional a una ciencia imparcial es una ilusión. Por tanto, la crisis de la identidad política puede resolverse sin una lógica de apropiación o incorporación, sino sustituirla por afinidad mediante una coalición. De hecho, las luchas teóricas o prácticas por unidad a través de la incorporación o dominación acaban justificando las malas prácticas políticas y científicas mencionadas (Haraway, 1995).

Consecuentemente, muy especialmente en referencia al género cyborg, la acción política no puede ser fundamentada en el supuesto de sujeto universal humano (Enrique y López, 2004: 3). La identidad furry sólo podrá organizarse políticamente en coalición, dado su carácter cibernético. 

Conclusión

La transgresión de la naturaleza humana desde la metáfora cyborg permite analizar prácticas de género en el furry fandom e identidad furry, que se agencia hábil frente a la nueva dominación cibernética.

Ser hombre o mujer son significados culturales encarnados en formas de vida. Comprender la construcción de una identidad refiere a su re-producción, como normalización o prácticas en donde ésta encarna su significado.

Hablar de diversidad en orientación sexual presupone dos identidades de género como únicas expresiones de la naturaleza humana, sin embargo reafirmarse en masculinidad o feminidad debe resultar aún más paródico en un contexto cibernético, sin cuerpo biológico que los encarne. 

En suma, la biopolítica basada en la identidad de género, como naturaleza humana, funciona produciendo límites a la (auto)imagen corpórea; reducida ésta a su coherencia con dos posibles interpretaciones del cuerpo biológico sexuado. Un fursona o avatar no es un cuerpo virtual ajeno al mundo real, sino que nuestra interpretación cultural del cuerpo biológico también está mediada por dos géneros, otra fantasía intersubjetiva o virtual.

¿Qué significan las estadísticas revisadas y los parámetros de sus controversias? La representatividad estadística es una estructura jurídica normalizadora, un modelo matemático que no explica nada por sí solo, sino que proporciona parámetros que deben ser lo explicado. Sin embargo, la estructura jurídica de una investigación (incluido un sondeo) puede reconocer a los participantes como una multiplicidad de actores sociales contextualizados: los parámetros estadísticos pueden facilitar una coalición de afinidades, por ejemplo mediante el reconocimiento de la varianza o diversidad.


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[1] Adoptado del inglés fur (pelo, pelaje) y furry (peludo, afelpado) (Diccionario Oxford, 2012).

[2] http://www.anthrocon.org/. Para más información de distintas convenciones, pueden consultarse wikifur (2012): ordenadas cronológicamente (http://en.wikifur.com/wiki/Convention), localizadas sobre un mapa


[3] Etimológicamente, tiene raíz griega en therion (animal salvaje o bestia) y anthrōpos (hombre), por lo que en inglés hablamos de therianthropic (Diccionario Oxford, 2012 y Wikifur, 2012), therianthropy y therianthrope; usualmente acortado a therian para referirse a cierta subcultura espiritual. En español cabría esperar teriantropía e identidad terian, sin embargo el uso therian es más frecuente, por lo que hemos decidido adoptarlo. 





IDENTIDAD FURRY EN ESPAÑA Y SUS PRÁCTICAS DE GÉNERO. UN ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO

FURRY IDENTITY PRACTICES IN SPAIN AND GENDER.
A CRITICAL DISCOURSE ANALYSIS

Francisco Javier Gallardo Linares
Universidad de Málaga



Resumen
El Furry Fandom es una subcultura en torno al interés por animales o criaturas antropomórficas, pero apenas ha sido investigada su población hispanohablante, a pesar de la instigación de los medios de comunicación españoles reproduciendo estereotipos de los medios americanos. El artículo aborda cómo se construye la identidad furry en España y sus relaciones con la práctica del género (regulada sexualmente); así como el uso de jerga. El método consta de observación participante en foros y en entrevistas para análisis de casos; lo cual permitió un análisis de contenidos diversos, repertorios interpretativos y un análisis crítico del discurso. Como conclusión, el furry fandom enmarca cuestiones feministas a partir de la metáfora del cyborg, tales como qué papel debe tener la ciencia, ideología sobre la naturaleza humana y la necesidad de coalición de identidades.

Palabras clave
Furry, identidad, género, queer, ciborg.

Abstract
The Furry Fandom is a subculture developed around the interest for animals or anthropomorphic creatures, but its Spanish-speaking population has been hardly investigated, despite the instigation of the Spanish media reproducing stereotypes of the American media. The article tackles how the furry identity is constructed in Spain and its relationships with the gender practice (sexually regulated); as well as the use of jargon. The method consists of participating observation in forums and interviews for case analysis; this permitted the analysis of diverse contents, interpretative repertoires and a critical discourse analysis. In conclusion, the furry fandom frames feminist matters starting from the cyborg metaphor, such as the role that the science should have, ideology about the human nature and the necessity of the coalition of identities.   

Keywords
Furry, identity, gender, queer, cyborg.


1. INTRODUCCIÓN

Furry fandom es una subcultura a partir de artistas, escritores y jugadores de rol que en 1992 empezaron a generar su propia jerga, arte y literatura (Osaki, 2008a; Patten, 2010). El único consenso sobre la identidad furry gira en torno a un interés en animales o criaturas antropomórficas (en parte humano y en parte animal), en una o varias artes o en algún sentido (Staeger, 2001; Rust, 2002; Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008; Evans, 2008), con miembros muy heterogéneos (Morgan, 2008 y Altman, 2010).

Podemos trazar un esbozo de quienes se identifican furry: suelen ser jóvenes, varones y blancos de EEUU, interesados en el arte gráfico, comunidades online, convenciones, uso de fursuits y escribir; también en la ciencia ficción y los juegos de rol; con bastante diversidad religiosa y política. Suelen usar uno o varios avatares (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012; Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c), definido con rasgos animales y humanos, que llaman fursona; abundan caninos, felinos y reptiles (Osaki, 2008b); una auto-imagen idealizada (Morgan, 2008). Un fursuit es un traje furry o disfraz, de cuerpo entero (Furry Fandom Infocenter, 2012), su uso en convenciones furries es descrito por Morgan (2008).



No suelen considerar el sexo algo importante como furry, sí en la mitad de casos refiriéndose a otros furries, pero desproporcionado con cuanto la gente les atribuye. Abundan diversas orientaciones sexuales (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012) y el propio fursona/avatar puede ser considerado, en distinto grado, con otra orientación sexual o género que el propio (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a). La jerga yiff refiere a pornografía furry o actividad sexual dentro del fandom (Osaki, 2008a y Morgan, 2008). Otros datos estadísticos controvertidos refieren a un escaso porcentaje que se identifican con plushophilia (interés erótico por peluches) o zoofilia (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012), si bien las muestras online y las presenciales en convenciones pueden mostrar importantes diferencias estadísticas (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011b), quizás hablemos de menos del 1% con plushophilia y menos 2% zoofilia en asistentes a convenciones (Rust, 2002).

Asimismo, unos pocos furries no se consideran 100% humano y prefieren convertirse en 0% humano, cuya investigación lo consideran en paralelismo con la transexualidad (Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008). Por ejemplo el 19,2% de un sondeo, quizás mediado por la creencia mentalmente no-humano (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Algunos autores hablan de disforia de especie en analogía a la disforia de género en transexuales (Lawrence, 2009; Earls y Lalum, 2009). También podemos llamarlo teriantropía/theriantropía (consúltese el siguiente caso: Therianthropy, 2007). En suma, vestir un fursuit no implica tener plushophilia, theriantropía ni motivación sexual (Lawrence, 2009 y Morgan, 2008); sino una materialización del fursona generando alternativas de interacción social. Aclaremos que la estadística no implica necesariamente un criterio normativo definitorio, también puede ser útil en el reconocimiento de la varianza o diversidad, así como la multiplicidad de actores sociales que componen el furry fandom (Gallardo, 2013).

Internet es un espacio virtual de interacción social (Gómez, 2003) e intersubjetividad, requisitos para construir identidades (Marcús, 2011). Si bien, desde otro punto de vista el conocimiento, memoria e imaginación son ya representaciones virtuales y sociales, con efectos (Martínez, 2004). En internet se re-construyen modos de interacción, identidades y comunidades virtuales (Cabia y Gordo, 2002; Pichardo, Toledo y Galofré, 2007); así como seducción del intelecto, cibersexo (Cabia y Gordo, 2002) y la exploración de vías eróticas identitarias; en experimentación con el propio género (Ursua, 2006). Una actividad frecuente en jóvenes (Cáceres, Ruiz y Brändle, 2009).

En EEUU pronto se mediatizó una imagen extravagante del grupo (Osaki, 2008a; Morgan, 2008 y Altman, 2010), por ejemplo en la revista Vanity Fair (Gurley, 2001) o la serie de televisión “CSI: Las Vegas” (2003). Todo lo mencionado reúne ingredientes para el sensacionalismo y morbo mediático, que en España reproduce el acontecido en Estados Unidos: “CSI: Las Vegas” en 2005; artículos de prensa estatal, por ejemplo uno en 20 Minutos  (Mañana, 2005) y dos en El País (Wiener, 2008a; 2008b); así como televisión, “La Sexta: Noticias” (2009).

Argumentamos que este fenómeno puede enmarcarse desde la práctica de género: normalización y representatividad en la multiplicidad de actores sociales, permormatividad (Enrique y López, 2004; Butler, 2007, Fernández, 2008; Pérez, 2008 y Marcús, 2011), biopolítica mediante la identidad de género (Butler 2007) y la construcción de una naturaleza humana en actual transgresión por la dominación mediante la cibernética (la metáfora del cyborg) (Haraway, 1995). Considerando que ser hombre o ser mujer es un despliegue de apariencias y representaciones, dos estatus sexuales naturalizados (Garfinkel, 2006); hoy en día acontece la imposición de dos únicas autoimágenes reconocidas (sentirse hombre o mujer), en ideológica coherencia con el cuerpo biológico, identidad sentida y orientación sexual (Gallardo, 2013). Además, especialmente en referencia al cyborg, se plantea la imposibilidad de acción política basada en el supuesto de sujeto universal humano, sino la necesaria organización por coalición de identidades (Enrique y López, 2004).

Pensamos que es necesario investigar el desarrollo del furry fandom en Europa (Morgan, 2008) y en otras lenguas. Reconocemos una tremenda diversidad en el furry fandom y su producción artística; sin embargo nuestro interés está en aclarar el papel de la práctica de género y de lo sexuado en su regulación. Los objetivos son:

i)                   Comprender cómo se construye la identidad furry, en España con atención al resto de población que hable español.

ii)                 Comprender su jerga, que como alternativa lingüística al discurso hegemónico podría articular construcciones alternativas de género.

Finalmente, emergió necesario un análisis crítico del discurso, para comprender y oponerse a las relaciones de poder en la producción del discurso (es decir, en el uso del lenguaje) (Wetherell y Potter, 1998; Van Dijk, 2002; 2003; Morano y Sanchez, 2004; Pulido, Montalbán, Palomo y Luque, 2008 y Espinosa, 2010).

2. MARCO METODOLÓGICO

El paradigma cualitativo en ciencias sociales no busca la generalización, sino que es idiográfico y estudia situaciones concretas en profundidad. Comprender significa relacionar los datos actuales de una situación, su configuración y evolución. Es un proceso sistemático y riguroso de indagación dirigida, tomando decisiones en tanto se está en el campo objeto de estudio; especialmente adecuado para la descripción y estudio de unidades organizacionales y comunidades (Pérez, 2008b).

Discurso es el uso de la lengua por usuarios y en situaciones concretas: 1) refiere a estructuras sociales (ya que son condición para su uso), 2) “construye, constituye, cambia, define y contribuye a las estructuras sociales” y, 3) finalmente, las estructuras del discurso hablan sobre, denotan o representan partes de la sociedad. Así, la interacción social no sólo expresa, también construye y confirma; reproduciendo cogniciones sociales como conocimientos, ideologías, normas y valores que, en miembros de grupos, regulan y controlan las interacciones (Van Dijk, 2002: 29). El discurso construye nuestra realidad, ya que 1) se fabrica a partir de recursos lingüísticos preexistentes, 2) se usan unos recursos lingüísticos en lugar de otros también disponibles y además 3) está orientado hacia la acción con consecuencias prácticas (Wetherell y Potter, 1998).

A nivel grupo-social podemos buscar regularidades, ciertas inconsistencias internamente coherentes, llamadas repertorios interpretativos. Se propone un método, 1) codificar y cribar los datos de un grupo según el tema de interés, 2) buscar patrones u organizaciones recurrentes en la argumentación (de modo que las inconsistencias resaltan) y 3) a cada patrón lo llamamos repertorio interpretativo, que cada participante combina de forma distinta. Este método es inviable desde la metodología de cuestionario (en donde los porcentajes tienen una compleja interpretación); es laborioso y no pretende encontrar leyes empíricas o procesos psicológicos universales, más bien se despliega en el contexto natural y analiza el lenguaje como parte constitutiva de la situación (Wetherell y Potter, 1998). En el análisis crítico del discurso nos centramos en el abuso o dominación de poder a través del discurso, posicionándose en contra, a favor del desarrollo multidisciplinar (Van Dijk, 2002; 2003).

Se entienden las autonarraciones como formas sociales de dar cuenta de sí o como un discurso público, en un acontecer histórico (Duero, 2006; Estrada, Acua, Camino y Traverso-Yepes, 2007). Participando en las conductas de una comunidad, éstas se tornan inteligibles (Mandujano, 2007). Por ejemplo, en espacios virtuales como los foros: sus propios contenidos van (re)construyendo las identidades de los participantes (Pulido, Montalbán, Palomo y Luque, 2008); en donde los sujetos interiorizan un repertorio de normas, valores y percepciones de la realidad (Espinosa, 2010) y logran la conciencia de sí a través de los otros (Martínez, 2004); un verdadero taller de identidad (Ursua, 2006).


Imagen tomada de: http://www.furryfandom.info/


La comprensión común, creencias sobre la vida en sociedad desde dentro de esa sociedad, no puede ser plenamente formulada mediante prescripciones, dado que siempre encontraríamos excepciones según el contexto. Una opción para su estudio es el método documental de interpretación, que consiste en la elaboración recíproca entre la apariencia y un patrón de base presupuesto. Este método es especialmente frecuente en estudios lingüísticos o sobre acciones motivadas, de modo que el investigador de campo debe interpretar las apariencias retrospectivamente: sólo en el curso de manipular una situación (y por ello), el estado futuro del asunto se clarifica; especialmente cuando el desconocimiento sobre ese tema impide valorar posibles cursos de acción. Por ejemplo, documentar el patrón subyacente de un carácter motivado requiere usar lo observado hasta el momento (Garfinkel, 2006).

Entiéndase que no se investiga para explicar a los participantes sus propios relatos de qué hacen, ya que pueden considerarlo carente de interés, el hacer reflexivas sus propias actividades prácticas observables (Garfinkel, 2006). Además, la observación de paradojas permite diversas estrategias metodológicas: dado que observamos mediante distinciones, una paradoja evidencia estructuras latentes no visibles desde la distinción, presupuesta en la observación. Para hacerla explicable, o bien podemos incorporar más estructuras o procesos sociales a la distinción, o bien hacerla reflexiva (Gonnet, 2011).

3. MÉTODO

3. 1. Participantes

Se han utilizado datos de cinco foros distintos, cuatro de ellos con observación participante: dos españoles, uno mexicano y otro de habla hispana (uno de los españoles ha sido especialmente activo en participación). Se seleccionaron comentarios y pidió permiso a 58 furries: de donde 32 se constituyen como participantes, 22 no respondieron, 3 se negaron y 1 es menor.

Paralelamente, hubo 11 participantes válidos para las entrevistas por Messenger: 8 españoles y 3 mexicanos; 10 chicos y 1 chica; 7 miembros del foro con mayor participación y 4 de otros tres foros distintos. A su vez, 7 han sido participantes de comentarios en foros y la mayoría son estudiantes. Algunos se han puesto en contacto con el investigador, quien pedía colaboración en los foros; otros han sido requeridos por su predisposición expresada en los foros o por alguna cualidad que resultó relevante.

Finalmente, hubo escasa participación en la revisión de conclusiones: 8 participantes, tan sólo dos sin participación previa.

En total, 38 participantes para los datos brutos: 32 en foros, 11 en entrevistas y 8 en la tercera fase de revisión. De los 6 sin participación en foro, 4 ocurrió en entrevistas y 2 en la revisión. Se añaden colaboradores o informantes; para documentación, orientación y/o sugerencias; que refiere al procedimiento.


3. 2. Materiales

Conexión a Internet para Google, webs, email, Messenger, prensa y audiovisuales; para diversos análisis mediante procesador de texto. Todos los datos brutos están sistemáticamente registrados mediante características o aplicaciones de software.

3. 3. Procedimiento

A lo largo de la investigación se han realizado búsquedas en las principales bases de datos: PsycINFO (incluido PsycARTICLES), ISOC, Teseo, Google académico, Psicodoc y MEDLINES.

Se ha utilizado el clásico modelo general de toma de decisiones (por ej., Gil y Alcover, 2004) para definir tres fases de investigación, cuyos objetivos y métodos concretos se definen a partir de los generales, expresados anteriormente.

Primero, resultaba prioritario acceder a documentos con alta validez ecológica (uso real en la subcultura). Google permitió búsquedas a partir de cuyas primeras webs se encontraron links, foros y colaboradores. Para ello, se creó un hilo en 4 foros, identificándose como investigador y solicitando cualquier fuente válida/fiable sobre la identidad furry y sexualidad, tales como artículos o documentos de consenso en la comunidad. Las primeras interacciones buscaban además orientarse dentro de la subcultura. Gracias a ello se accedido a webs, bibliografía y participantes; un fructífero primer contacto con el grupo. Debe aclararse que esta primera fase implica el inicio de observación participante, congruente con el método documental de interpretación.

En la segunda fase, comprobada la escasa documentación del rigor necesario, se concluyó la necesidad de remitirse a la experiencia directa de furries, así como comprender la jerga y dinámica usual. Ahora era prioritario acceder a la experiencia de personas concretas de forma válida, con la que cumplir los objetivos. Se inició un estudio de campo, mediante observación participante en foros y en entrevistas semiestructuradas por Messenger (Pérez, 2007; 2008b). Encontrándose conflictos internos y hacia el investigador, se destacó la opción de negarse a participar (Colegio Oficial de Psicólogos, 1987) mediante un estilo de comunicación asertiva (Castanyer, 1996). Las entrevistas se organizaron como método de estudio de casos (Pérez, 2007; 2008b), enfatizando un estilo de interacción reflexiva con aceptación rogeriana (Rogers, 1986; Miller y Rollnick, 2003). Para comprender la sexualidad de cada participante se utilizaron cuatro componentes (atracción física, vínculo emocional, fantasías sexuales y conducta sexual); hacia hombres y hacia mujeres por separado, ya que puede resultar más fiable que la dimensión orientación sexual (Fernández, Quiroga y Rodrígez, 2006). Los ejes de las entrevistas fueron: presentarse; la comunidad y su entrada en ella; ser furry y su relación con la propia experiencia y fursona; sexualidad, propia y en referencia a furries; agradecimiento y mantener el contacto para futuras cuestiones/aclaraciones. Siempre se cuidó conocer de qué foro era miembro el participante.

Se incluyó como método el análisis de contenidos (Fernández, 2007) y contrastar información: foros, entrevistas, emails, mensajes privados, webs y documentos como artículos de prensa y material audiovisual. Se indagó sobre jerga, hipótesis e impresiones.

La metodología de cuestionario no era factible, por lo que progresivamente se asumió el paradigma cualitativo, en consideración a la naturaleza de los datos. Por tanto, los datos brutos fueron codificados y cribados para buscar regularidades; inconsistencias internamente coherentes (o repertorios interpretativos, Wetherell y Potter, 1998). Después, emergió necesario el análisis crítico del discurso (Van Dijk, 2002; 2003).

Tercera y última fase, concluido el análisis e interpretación de datos, se estableció como objetivo integrar la valoración de los participantes sobre las conclusiones para aumentar su validez. Para ello, se pidió orientación a algunos furries, se establecieron diversas vías de comunicación para las revisiones, se publicó un link resumiendo las conclusiones y se dio a conocer entre foros y los participantes. Participaron 8 furries: sus valoraciones fueron muy positivas, apreciando la neutralidad del documento y la acertada distinción entre furry y yiff. El estudio de campo duró cinco meses y medio, prácticamente terminado a mitad de marzo del 2011.



4. RESULTADOS

No se pretende aquí la representatividad estadística del furry fandom, tampoco se sugiere que ser furry sea intrínsecamente más sexual que cualquier otra identidad. Refiere a la elaboración social del significado, intersubjetividad, discurso y la identificación construida en los participantes. 

4. 1. Análisis de contenidos

Dentro de la jerga habitual, destacan los siguientes términos:

                     Furry: 1) Producto artístico con animales o criaturas antropomórficas. 2) Subcultura o comunidades relativas a estos productos artísticos (el fandom). 3) Identificación relativa a esta subcultura. En español es frecuente la especificación de género furro y furra, incluso nosotros los furros. También fur en lugar de furry, especialmente en el discurso mexicano. En ambos casos cada término puede empezar en mayúsculas o en minúsculas. Todas estas frecuentes dentro de una misma conversación.

                     Fursona: cada avatar en el furry fandom y/o personaje artístico. Generalmente una criatura antropomórfica, cuya construcción y uso son muy variados y personales.

                     Yiff: pornografía relativa al género artístico furry, generalmente dibujos; también puede referirse a juegos de rol sexuales en internet o sencillamente como sinónimo de sexo.

                     El fursuit es un traje de un fursona, usado especialmente para ocio o convenciones (rechazan llamarlo disfraz). Pocos furries han manifestado deseos de utilizarlo con fines sexuales, en tal caso: 1) los medios lo han exagerado irresponsablemente (luego lo comentaremos); 2) la temperatura corporal hace preferible un fursuit de alta calidad; 3) no formaría parte de la jerga yiff, salvo por su sinonimia con sexo; 4) no implicaría necesariamente intenciones sexuales reales, por ejemplo puede ocurrir únicamente por ánimo lúdico, como un juego.

4. 2. Análisis de contenidos: el punto de vista de los medios de comunicación

Mediante un análisis de contenidos del capítulo de la serie “CSI: Las Vegas” (2005), tres artículos de prensa estatal (Mañana, 2005 y Wiener, 2008a; 2008b) y un video emitido en “La Sexta: Noticias” (2009), podemos reconocer regularidades comunes en la imagen que vierten sobre el furry fandom:

Una comunidad sexual dedicada principalmente al cibersexo y encuentros sexuales, en torno a fursuits y una parafilia por el pelaje sintético. Para ello crean un avatar animal que se impone a su previa identidad humana, con el cual tener experiencias sexuales. Se instaura un ellos los furries en oposición al nosotros normales.

4. 3. Análisis del discurso: repertorios interpretativos

A continuación se enumeran posibles componentes subjetivos de la propia identidad furry, ninguno suficiente ni necesario; sino un discurso compartido por algunos miembros pero a debate (de modo que cada uno de ellos podría ser un repertorio interpretativo susceptible de estudio): autoasignado, subjetivo/personal, identificación, tener fursona, gusto por consumir y/o producir el género artístico (principalmente dibujo y en menor medida narraciones, si bien cualquier forma artística potencialmente), interaccionar con otros furries, la comunidad, el fandom, mente abierta, tolerancia, respeto, libertad, imaginación, espiritualidad, sensibilidad por los animales, interés y/o identificación por animales y/o seres antropomórficos, interés especial por dibujos animados, una forma de enlazarse con el lado animal, fursuit (por ocio o sexualidad), simbolismo de seres mitológicos específicos (como los hombres lobo), gusto por juegos de rol con seres antropomórficos (sexuales o no), consumir y/o producir yiff (ya sea como pornografía o como estilo artístico), sexo, libertad sexual, sueños eróticos con seres antropomórficos, percepción de erotismo hacia dibujos antropomórficos (algo así a fetiche por seres antropomórficos en algún sentido), percepción de definir lo que ya se era sin saberlo, percepción de definir un gusto hacia algún dibujo/mito/antropomórfico que ya se tenía, percepción de continuidad en torno a la creación de fursona a través del fandom, percepción de cierto punto de vista sobre la vida (especialmente a través del arte antropomófico; ya sea cómico, afectivo y/o sexual), sensación de pertenencia o afinidad con otros furries, cierto compromiso por alguna “causa furry” o el fandom, una forma de “juntar distintos intereses“ y/o una parte de tu “vida/ocio/gusto/mente”. “El furry es un fandom en el que cada uno puede estar por el motivo que quiera”.

Entiéndanse, por tanto, como posibles atributos en función de la experiencia y reconstrucción individual, un eje organizativo de distintos repertorios interpretativos. En resumen, se percibe como algo abstracto pero con entidad propia. Acorde a los objetivos expuestos, nos centraremos en los siguientes repertorios interpretativos: fursona, sexualidad en el fandom y esta investigación.

                     Fursona. Un furry puede tener uno, varios o ningún fursona; generalmente suelen ir alterándose con el tiempo conforme se consolida alguno y requieren un proceso muy personal que puede (o no) alcanzar años. Pueden representar animales, criaturas antropomórficas, seres mitológicos, personajes de videojuego o dibujos animados populares. El fursona puede ser vivenciado y usado de distintas maneras, no excluyentes entre sí: un nick, una autodefinición muy personal, una identificación, con humor/diversión, juegos de rol, una caricatura de la realidad, en un sentido espiritual, fursuiting y/o actividades de carácter sexual.

                     Sexualidad en Furry Fandom. Furry no es sexo, sino interés por el arte antropomórfico y los animales, así como el conjunto de sus seguidores; en este sentido, yiff sería sencillamente parte del arte furry o sinónimo de sexo en la jerga. Sin embargo, el arte/porno yiff es un tipo de arte furry y los seguidores del yiff son necesariamente seguidores del arte furry. De ahí se enmarca en España cierto laberinto semántico: por un lado, parte del discurso del fandom español no desea explícito que en personas concretas sí existe relación entre el desarrollo de su identidad furry y su sexualidad (quizás con la desconfianza de que pueda ser generalizado a la esencia furry, afín al sensacionalismo mediático); por otro lado, aparecen en entrevistas o publicado en foros enunciados como “la sexualidad está muy relacionada con el furry”. Por tanto, sí hay furries concretos para cuya experiencia su sexualidad sí guarda relación con ser furry, con independencia de su representatividad estadística; así como furries concretos en los que no.

Yiff puede referir a distintos significados según cada interpretación personal (o más bien al uso del que afirme haber sido testigo, de ahí su naturaleza construida): añadido a lo ya definido como jerga, existe pornografía/arte del género furry (según el grado de antropomorfa, siendo feral lo más animal) “al igual que existe el hentai dentro del manga”. Suele comentarse la gran cantidad de fetiches que pueden desarrollarse dentro del yiff; además algunos furries hacen mención al yiff como un fetiche, dándole en estos casos entidad como orientación del deseo. De hecho, además de pornografía en su sentido más explícito suele incluir muy diverso contenido afectivo o erótico en torno a relaciones, contextos y simbolismo.

Explican diversas hipótesis sobre la amplia diversidad afectivo sexual en el fandom, si bien parece tejerse cierto consenso en un punto intermedio entre el esencialismo y el construccionismo de la sexualidad: por un lado, los fetiches que existen en el fandom también existen fuera, luego más bien algunos furries se hacen más abiertos de mente a través del fandom. Por otro lado, las personas tienen una orientación sexual previa que descubren a través del fandom, si bien se parte de una concepción mucho más abierta sobre los límites de la orientación sexual. Así, en estos dos sentidos algunos relatan cierta reconstrucción de su experiencia sexual. Además, se entiende que los vínculos afectivos o momentos concretos pueden tener un papel muy importante en la génesis de deseo.

Parece sensato que, para definir ser furry, el yiff no debe ser más importante que cualquier otro posible componente subjetivo, como dibujar o la sensibilidad por los animales. Implicaría una exaltación de este por encima de otros. La inconsistencia de fondo (que no muestran los participantes mexicanos) sería otra: ¿por qué renegar del yiff como un componente posible, ni necesario ni suficiente, de entre otros tantos componentes subjetivos? A fin de cuentas, ninguno de ellos parece objetivamente definitorio. Esta inconsistencia debe representar un punto de fuerte conflicto: por ejemplo, el investigador preguntó dos veces en el foro “Hay personas interesadas en el yiff (en su sentido más amplio) y otras que no ¿qué de malo tiene estudiar ambas partes…”?, pero ningún participante respondió de forma directa, sí acaso un incremento de hostilidad.

                     La investigación sobre el furry fandom. Este repertorio interpretativo no se ha observado en los participantes mexicanos, quienes se mostraban predispuestos para la colaboración y muy receptivos a posibles relaciones entre el furry y la sexualidad. Así, en una parte del fandom español se ha generado este repertorio, relativo a la investigación sobre furry (también se ha observado este repertorio hacia iniciativas organizadas por furries).

Las actitudes hacia la investigación presentan una amplia variedad, construyendo una imagen en discurso, i) positivas: el investigador está siendo profesional, educado y tiene buenas intenciones. En algunos momentos es ofendido en uno de los foros y hay hostilidad, pero es normal por experiencias previas. Merece la pena un estudio sobre sexualidad en el fandom, por ejemplo sobre orientación sexual; quizás se consigan desvelar incógnitas que también muchos furries tiene al respecto. Y ii) negativas, además de lo contrario a las positivas: el furry fandom es una fuente de ingresos para cualquier tipo de investigador, exclusivamente a través del sensacionalismo y descrédito.

La investigación del furry fandom generaliza el yiff asociándolo a parafilia y fursuiting, así como al conjunto de la identidad furry. Se rechaza la metodología por incorrecta/inválida. Éste no debe ser trabajo para un psicólogo; quizás investigue sobre psicopatología, lo cual tampoco sería beneficioso para el fandom. No se discierne entre investigación de ciencia y periodismo. La investigación sobre furry no debe mezclarse con investigación sobre sexo, ya que investigar yiff debería renunciar a investigar la identidad furry; a pesar de que en personas concretas sí exista esta relación. Si el investigador no se subordina, es sensacionalista y peligroso.

Quizás lo negativo pudiera resumirse en una intención lucrativa y de generalización, atribuida a todo investigador, lo cual implica una imagen sobre la ciencia; de hecho, según ha sido testigo el investigador, los conocimientos que expresan sobre ciencia aplicada al furry fandom es difusa (en contenido y disciplina), poco precisa y negativa. Por ejemplo, un furry interpreta que preguntar abiertamente por yiff en un foro “es seguir insistiendo en que el furry es yiff o que siempre tenga que tener una connotación sexual”, lo cual es una atribución de intenciones que no reconoce otros motivos.

4. 4. Análisis crítico del discurso

A algunos furries no les atraen sexualmente fursonas, a otros sí: ¿es realmente algo que pueda reprochar uno al otro? Lo mismo podría plantearse sobre zoofilia. En este sentido, afrontando la difamación por parte de medios de comunicación, ¿debieran los miembros más normalizados reprender a los minoritarios, para corresponder una imagen social condescendiente? En caso afirmativo, se estaría reproduciendo la jerarquía de poder hegemónica.

En nuestra cultura, casi todas las sexualidades se normalizan dotándolas de identidad socialmente reconocida: los homosexuales son gays/lesbianas, los mirones son voyeur y quien goza de sentirse humillado puede ser esclavo; es necesario para designar un otro. ¿Cómo llamar al usuario de yiff? El furry fandom parece no tener jerga para ello, sino reducido a pornografía, práctica sexual y/o deseo. Se indagó la jerga yiffer, pero parece no corresponder ese significado y apenas es usada. Podríamos entenderlo en dos sentidos muy distintos: o bien a una deconstrucción liberadora de la opresiva categoría identitaria, o bien a un mecanismo de exclusión y negación, o bien ambas en algún sentido. Probablemente ocurra lo primero, pero en España también funciona discursivamente para separar yiff de la supuesta esencia furry, como acaso objetividad de diccionario.

¿Cómo se ha llegado a esta situación en España? “CSI: Las Vegas” (2003) tornó a bastantes furries americanos recelosos a proteger su imagen pública (Morga, 2008). Acontece un consiguiente paralelismo con furries y prensa españoles. 



Foto tomada de: http://raidonyunyu.blogspot.com.es/2012/06/furry-sacando-tu-lado-animal.html


Hemos realizado anteriormente un análisis de contenidos mediáticos, según el cual los medios de comunicación españoles convergen en su visión excéntrica y sexual del furry fandom, pero esa imagen es incongruente con los datos y análisis expuestos. Resulta sorprendente cómo, después de una serie de televisión, diferentes medios de comunicación estatales (en distintos formatos) se han limitado a confirmar un estereotipo televisivo, en lugar de informarse realmente al respecto. Todo ello evidencia prácticas periodísticas irresponsables en forma y contenido. Por ejemplo, en un periódico de prestigio como El País, según denota Wiener abiertamente en su primer artículo, después de una “heroica jornada intensiva” volvió de la playa y tuvo tiempo ese mismo día para investigar y redactarlo (Wiener, 2008a).

Llegados a este punto, se produce un interesante efecto construccionista. En el Furry Fandom español se reacciona discursivamente en oposición al sensacionalismo de los significados construidos mediáticamente, atribuidos en parte a los investigadores. Éstos significados eran desconocidos y sin interés inicial para el investigador, pero se le atribuyen; además, aparecen como citas/discurso en la interacción furry-investigador. El investigador centra contenidos de la investigación en éstos, dado que parecen importantes para los participantes. Por tanto, el investigador se sumerge en aquello que el Furry Fandom rechaza, a partir de re-citaciones de los propios furries. Afortunadamente, esta investigación comprende los contenidos de conocimiento como producciones durante la interacción, un proceso; a diferencia de una investigación centrada sólo en contenidos, como acaso esencias a descubrir, que podría re-confirmar y re-producirlos.

Quizás el problema de fondo sea re-citar aquello que se detesta, como acaso citas previas a la interacción que en realidad se re-construyen con ésta, reproduciendo cogniciones y estructuras sociales: la profecía autocumplida. Es decir, para falsar una imagen incierta, mejor mostrar lo que subvierte la imagen falsa, en lugar de negarla concienzudamente y encasillar con esos falsos roles a cada actor social.

El montaje audiovisual y escrito de los medios de comunicación funcionan generando la impresión de un recurso prediscursivo, como un criterio de máximo rigor; pero son descripciones producidas. Por un lado, pueden realizar una reconstrucción que torna abyecto y frívolo algo con un potencial subversivo; pero también pueden ser subversivos a favor de sus intereses, por ejemplo la transgresora y exitosa campaña publicitaria de Orangina (2010) en Francia, que utiliza yiff como sátira de otros productos cotidianos de marketing mediante humanos animalizados y erotismo implícito.

CSI: Las Vegas” (2005) resulta frívolo con el furry fandom, pero también con los procesos de investigación. Es irónico que furries puedan sentirse difamados por investigadores al mismo tiempo que no cuestionan la difamación de esos mismos medios hacia los investigadores, hasta el límite de confundir periodismo con ciencia; en todo caso no debe sorprendernos que las víctimas de prejuicios también los tengan, sino el papel que éstos tienen en la construcción y reproducción de la identidad. Lo que sí debiera sorprendernos es que una serie de televisión consolide un punto de vista que ha sido re-producido por medios de comunicación de forma irresponsable y, muy importante, cuyas víctimas no han accedido a estos medios para producir discurso público desde su propio punto de vista.

5. REFLEXIONES FINALES

La observación participante en foros requiere tomar decisiones durante la recogida de datos en un espacio virtual y su análisis es laborioso; sin embargo, como metodología cualitativa, permite una primera aproximación a la comprensión común y motivación de los participantes; a partir de cuya inicial documentación enmarcar un análisis de contenidos de los datos brutos, repertorios interpretativos y, finalmente, una labor reflexiva contextualizada opuesta a la dominación, un análisis crítico del discurso. 

Una vez comprendida la identidad furry, confirmamos que su jerga (tales como fursona, fursuit, yiff y ser furry) construye prácticas de género alternativas a la hegemónica: se pone en cuestión la virtualidad de la autoimagen corpórea, monopolizada desde la opresión de género en hombre o mujer, a pesar de ser ambas también virtuales en el sentido de construcciones sociales. Además, es una identidad abierta, desde cuya diversidad niegan explícitamente la posibilidad de zanjarla.

En coherencia con el feminismo cyborg (Haraway, 1995), hábiles en la ambigüedad cibernética persona-animal-máquina, el furry fandom enmarca cuestiones feministas como el papel de la ciencia, ideología sobre la naturaleza humana y la necesidad de coalición de identidades. Por ejemplo, lo lógica política y mediática de fondo preserva una concepción de representatividad del fandom a partir del sujeto furry; sin embargo esa enfoque genera violencia y exclusión, dentro y fuera del grupo. Resulta imprescindible renunciar a la normalización identitaria que define al sujeto legítimo representado, sino acción directamente mediante una coalición de multiplicidades. En congruencia con este artículo, a la práctica científica le corresponde aclarar en oposición a la dominación cibernética (que opera también a través de los medios de comunicación), de lo contrario se constituiría una tecnología al servicio de esta dominación.

Concluidos los objetivos, comparemos esta investigación con las citadas. Como semejanzas, en los participantes hispanohablantes también abundan los fursonas de caninos y felinos, presencia en Furaffinity.net y aficiones en torno al arte gráfico y comunidades virtuales; tampoco suele resultar importante el sexo a nivel persona como furry, pero sí se percibe importante en bastantes otros furries, desproporcionado en todo caso para con la imagen pública, que vierten los medios. Como diferencias, estos participantes apenas hacen referencia a literatura furry y la comunidad no tiene tanta “fuerza”. Comparando los participantes españoles y mexicanos, los datos sugieren que la población furry española está más sumergida en conflictos internos, se muestra muy crítica ante la posibilidad de organizarse y una parte de su discurso se posiciona en contra de investigar sobre su sexualidad; si bien ambos grupos mantienen frecuentes interacciones a través de Internet, favorecido por una lengua común y pequeñas comunidades en el ciberespacio.

La futura investigación cualitativa podría reproducir este estudio en otros foros, con otros idiomas y/o en otros contextos culturales; definir mejor la jerga; profundizar en cada repertorio interpretativo; también podría repetirse pasados 5-10 años para comprobar los cambios discursivos longitudinalmente; incluso podrían probarse otras metodologías, como la etnometodología y la investigación-acción. Desde la investigación cuantitativa, hemos profundizado en variables y categorías que estaban siendo cuantificadas como conocimiento común, pero resultaban incomprensibles para lectores ajenos a la jerga: podría investigarse cuantitativamente sobre el uso de categorías, reproducir ítems de otras investigaciones y sus consiguientes análisis estadísticos. Finalmente, se recomienda a futuros investigadores que cuenten con furries entre sus miembros o colaboradores, facilitando con ello desenvolverse en la subcultura. 


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1 comentario:

  1. Muy interesante este material, sin duda un precedente sobre esta cultura y un referente de futuras generaciones a quienes les interesa conocer mas a fondo el comportamiento humano hacia esta tendencia social.

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